Un camino espiritual necesita un método que lo
preserve. De lo contrario, sucederá lo que sucede con toda cosa en este mundo:
se corrompe, sucumbe y a otra cosa mariposa. Para que eso no ocurra, los
maestros transmiten unos a otros una antorcha –mucho más power que la olímpica-
para que la llama de su camino se mantenga siempre encendida, siempre luminosa.
De los 40 caminos que existen en el sufismo, el ala
mística, apolítica y amorosa del islam, pocos han logrado que esa sucesión de
maestros, esa antorcha, se conserve al día de hoy imperturbable. La orden
Naqshbandi es una de esas pocas. Y su maestro, un santo viviente de nombre
Mawlana Sheikh Muhammad Mehmet Adil, es el 41 representante de esa sucesión de
antorchas que, por aquí, todo el mundo conoce con honores como la Cadena
Dorada.
Sheikh Mehmet recibió el legado de Mawlana Sheikh
Nazim, su padre, poco antes de morir. Vive en las afueras de Estambul, Turquía,
en un pueblo pequeño llamado Akbaba, tan tranquilo que las productoras de tevé
la usan de locación de sus telenovelas..
Hasta Akbaba vuelan a visitarlo discípulos de todo
el mundo. Desde intelectuales y artistas, hasta presidentes y sultanes.
Encontrar, en estos tiempos un santo, es un suceso excepcional. Y que ese santo
venga de visita a tu país, es prácticamente milagroso.
Pero así son las cosas: el próximo 21 de octubre,
el máximo representante de la orden sufí Naqshbandi, y una de las
personalidades espirituales más potentes sobre el planeta, llega a la
Argentina, antorcha en mano, donde recorrerá los centros sufís de punta a punta
del mapa –Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, Río Negro, incluido Chile-. Allí
desparramará su luz y quemará cuanta fanfarria de cartón pintado haya en el
camino.
Es histórica la venida: nunca un maestro sufí
Naqshbandi portador de ese fuego vivo, ha visitado al país. Pero dejemos que lo
explique mejor su representante en Latinoamérica, a cargo de organizar la
visita de Mawlana: el Sheikh Abdul Raúf. Un porteño que se zambulló de lleno en
el sufismo, y encabeza desde hace décadas, la comunidad sufí más austral del
planeta, en El Bolsón, donde tiene su propio centro y hasta administra el
cementerio islámico. De adolescente, Raúf quiso ser cura. Luego pasó un tiempo
con los Adventistas. Tuvo un maestro budista, que murió en un accidente de
autos. Practicó yoga. Y vivió atendiendo en un leprosario en India. En nada de
eso, encontró su corazón hasta que conoció el sufismo.
-¿Qué viene a hacer un maestro sufí a la Argentina?
-Mawlana sheikh Mehmet es la autoridad máxima de la
sufismo naqshbandi en el mundo. Y viene a hacer una visita a un continente que
nunca pisó. Quiere recorrer todo el mundo. El sufismo naqsbandi tiene presencia
en más de 160 países. Mawlana recorre el mundo de arriba abajo difundiendo el
mensaje del islam moderado y amoroso. Esta visita viene a saldar una deuda que
nunca pudo cumplir el padre, que era venir a visitarnos. Vienen los dos hijos,
sus dos hijos varones. Viene a acompañar casi 30 años de sufismo naqshbandi en
la Argentina.
-¿Por qué es tan importante que venga mawlana a la
Argentina?
-Es un santo vivo. En el sufismo la santidad se
vive de forma distinta al cristianismo donde hace falta estar muerto, hacer
milagros y una serie de cosas para cumplir ese requisito. Mawlana un hombre que
su linaje de sangre viene del santo Profeta Muhammad. Su padre, entrenador de
santos, dijo que su hijo tenía siete veces más poder que él. Es una visita que
abre puertas espirituales. La gente cree que el mundo es sólo lo que se ve. Y
eso es sólo una partecita. En el mundo espiritual hay cosas muy importantes. Y
él viene a definirlas. Es muy importante para el futuro de la Argentina, un
país que tiene muchas cosas importanes, y penas y traiciones. Y él puede ayudar
a que empiece un ciclo diferente.
-¿Por qué sostenés que los argentinos necesitan
tanto el islam?
- Islam significa sumisión y los argentinos
necesitamos ser sumisos. Necesitamos poner la cabeza en el piso. Cuando uno
reza cinco veces al día, como hacemos los musulmanes, ponemos la frente en el
suelo. Y esta es la posición más débil que puede tener un ser humano. No ves
nada. Estás indefenso. Y esa es la postura ideal del islam. Entrega total y
absoluta a Dios.
-¿Se va a reunir con Macri y Bachelet?
-De Chile, parece que está confirmada la reunión.
Con nuestro presidente, solicitamos audiencia para que se reúnan. Es muy
importante para la Argentina, que Macri reciba la bendición espiritual de un
santo de este nivel.
-¿Cómo llegaste, viviendo en la Argentina, al
sufismo?
-En algún momento, empecé a coquetear con Gurdjieff,
y a través de él conocí el sufismo. Cuando viví en París, fui a lugares sufís,
pero no me llenaron. En india, visité lugares islámicos pero no pasó nada. Me
volqué a la vida simple. Vendimos todo lo que teníamos con mi esposa, y nos
fuimos a criar cabras a la cordillera. Lo que cual no era nada sencillo y
simple. En ese interin llegó una persona de Buenos Aires a casa, que recién
había entrado al sufismo naqhsbandi y me trajo un mensaje de Mawlana Sheikh
Nazim. Allí, sin conocerme, Mawlana me decía: “Es tu útlima oportunidad”. Yo no
sabía quién era. Parecía una película. A los tres meses, estaba recibiendo la
iniciación en Mar del Plata. Y seis meses más tarde, viajaba a Chipre a conocer
a mi maestro en persona. El maestro llega cuando el discípulo está preparado.
Mawlana me tiró una soga y yo me agarré con todas mis fuerzas. Desde ese
entonces, en los 90, hasta ahora fue una ininterrumpida cadena de amor con mi
maestro.
-¿Cómo explicás el sufismo a la gente que no tiene
la menor idea?
- Les digo que este es el camino místico del islam.
No hay sufismo sin islam. El sufismo es interior de una religión maravillosa.
Mi maestro decía que el islam es el vaso. Y el sufismo es el agua. Mucha gente
se fija sólo en el recipiente. Si la copa es de oro o tiene diamantes. Pero lo
importante es el líquido.
-¿Se puede ser santo en estos tiempos?
-Los cristianos creen que para ser santo, hay que esperar que el hombre
se muera y haga milagros. En el islam, es distinto. Para nosotros, los santos
también están vivos. Pero aquello que lo hace santo no es lo que la gente cree.
En nuestro camino, el santo es aquel que controla totalmente su ego, su vida es
una entrega y servicio a nuestro Señor. El santo es aquel que tiene las
riendas. Es el caballero que monta al caballo y no aquel que es montado por el
caballo de su ego. Luego, esa persona al estar en total servicio a su Señor
tiene la posibilidad de cambiar cosas y destinos. Por decirlo así: de hacer
milagros. De cualquier modo, los santos en el islam no se dedican a eso. A
ellos les importa más que nada la transformación del corazón. Y eso es lo que
viene a hacer Mawlana a la Argentina. A transformar los corazon